Los políticos catalanes no tienen límite. Hoy viene en la prensa que, apoyados en el Estatuto, los profesores de las universidades catalanas tendrán, a partir de ahora, que saber catalán. Todos ellos: asociados, ayudantes, titulares, catedráticos.
Naturalmente, esto parecería muy razonable si se piensa que todos los catalanes saben catalán, pero resulta menos si se tiene en cuenta que todos los demás del resto de España, no lo saben. Así, pues, las universidades catalanas niegan de hecho el acceso al profesorado al resto de los españoles. Un profesor titular español que quisiera presentarse a cátedra en Barcelona sólo podrá hacerlo si sabe ese idioma. Un catedrático que quisiera trasladarse por concurso, también. Luego, no lo harán, que es de lo que se trata.
Ello significa, por un lado, un verdadero atentado para los profesores españoles que tuvieran interés en trabajar en Cataluña, tanto que no parece constitucional, diga lo que diga es Estatuto. Esto es, se trata de reservar el trabajo universitario únicamente para los catalanes, en un proteccionismo imbécil y casi delictivo, disfrazado de cuidado por su idioma. Si un catalán se presenta a una plaza universitaria en el resto de España, nadie le pedirá nada especial. La desigualdad, pues, está servida.
Pero es, además, y por otro lado, un empobrecimiento provinciano que sigue transformando Cataluña en el sentido en que ha venido ocurriendo ya en las últimas décadas. Es decir, convirtiéndose en un lugar cada día menos universal, a pesar de la afluencia turística. El nacionalismo roza, no ya la estupidez, en la que está completamente sumergido, sino también la delincuencia.
¿Se les obligará igualmente a los profesores a dar clase en catalán? ¡Pobres estudiantes extranjeros, aquellos que caigan presos de la propaganda catalana! Volverán a su país sabiendo catalán en vez de español. Ya pasa, de hecho, con los Erasmus desde hace bastantes años. Vivir para ver.
lunes, 8 de febrero de 2010
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