viernes, 26 de julio de 2013

La estupidez patriotera de las autonomías españolas y otras estupideces

Odio las patrias. Tanto la mía como las de los demás. No hay conceptos más siniestros que el de patria y el de nación, completamente ridículos.Y no hay mayor estupidez que el creer que lo de uno es bueno, y que los de uno (la familia, el pueblo, la patria,..) son lo más importante y lo que hay que defender, por encima de todo. No hay mayor bajeza moral que la defensa prioritaria de lo que uno tiene cerca, de su familia, de su propio pueblo, de su región, de su nación... Esa defensa no presupone otra cosa que la guerra, y, puestos a elegir, mejor la guerra abierta y franca que el regionalismo o que el nacionalismo.

Desprecio los regionalismos y los nacionalismos. Sobre todo los que tengo más cerca: el nacionalismo español, el nacionalismo catalán y el nacionalimo vasco y cualquier otro nacionalismo o regionalismo español. Son mis enemigos. No hay cosa que más odie ni que más desprecie. Estoy dispuesto a poner los medios que sea para combatirlos.

Odio sobre todo los localismos y los regionalismos que los españoles tienen ahora como convenciones sagradas. Las autonomías han rigidizado las convenciones de este tipo, y ahora todo es "gallego", "vasco", "catalán" o "anadaluz", estúpidas identidades principales de este trozo de planeta que aloja a tantos cretinos. Desprecio por igual a los "gallegos", "vascos", "catalanes" y "andaluces" y todos aquellas otras colecciones de homínidos que quieran identificarse como grupo, también a los que se identifican como "españoles", pero también a cualesquiera que sean los demás.

Ayer, a propósito del trágico accidente ferroviario de Santiago de Compostela, en la televisión dijeron que "chora" Galicia. ¿Ah, sí? ¿Chora Galicia? ¿Sólo Galicia? ¿Nada más que Galicia? ¿Toda Galicia? ¿No llora España, la humanidad y el mundo, sino sola y exactamente Galicia? Las fronteras administrativas regionales ¿definen los sentimientos colectivos?  La estúpida convención autonomista, por boca de lo más estúpido del tiempo actual, los periodistas, eleva las convenciones geográficas autonómicas, las demarcaciones regionales, a sagradas señas de identidad-

Quizá sean, sin embargo, verdaderas señas de identidad. Pero yo, por si acaso, y sean lo que sean, reniego de ellas. Maldita sea mi casa, mi calle, mi pueblo, mi región, mi patria. Y los suyos, lector, lo mismo.  

 

2 comentarios:

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  2. Hay una gran paradoja en este artículo y es la siguiente: se niegan por igual los conceptos identitários del autor (sr. Capitel) así como los del prójimo y no tan prójmo. (supongo que desde "el rompeolas de todas las Españas", más llà de las mesetas, los catalanes debemos estar para ud, entre los segundos). Bién, aunque acertado el ejercicio de escribir una oda a la igualdad, equivocado por completo en su esencia: Negar la identidad del prójimo y no tan prójimo es negar la de sí mismo, es decir, negarse a sí mismo.

    Sin identidadES, quizá todo será mas facil, más sencillo, pero sobretodo más insulso y nada humano (por no decir directamente que la existencia seria mas nula que la de una piedra, y hasta las piedras tienen identidad). De ese cinismo frente a una cuestión fundamental solo puede emanarse odio y desprecio (en ese punto el artículo posee toda la lógica del mundo).

    ¿¡No es mejor aceptarlas todas [las identidades] de una vez, las del prójimo y las del no tan prójimo, aprender de ellas y conocerse a sí mismo!? ¿¡No sería uno mas feliz si las reconociera en toda su riqueza, y así conocerse la propia!? quizá sea mas facil, sencillo negarlas todas...

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