Desde Londres fui siguiendo la operación de acoso y derribo a Zapatero, importante intención de la derecha (y la extrema derecha) y trabajo sucio ejecutado fundamentalmente por la prensa. Por toda la prensa, pues fue hecho por El PaÍs, que es lo que yo leo. Resulta evidente que no necesito consultar lo demás.
Ha sido la prensa la que se ha inventado el fracaso de Zapatero como gobernante, y ésta ha sido seguida por la gente (que todo lo imitan, pues incluso su propia vida la sacan de la TV y del cine). Zapatero ha sido un buen gobernante, incluso en la crisis y durante la crisis, y ha sido la prensa quien se ha empeñado en interpretarlo todo al revés. La prueba es el tan recordado “no reconocimiento” de la crisis, cuando Zapatero seguía las instrucciones de Solbes, para que no bajara el consumo y la moral. Todos los periodistas –y todos los tontos, valga la redundancia- han seguido citando este no reconocimiento, y echándoselo en cara al Presidente, como si hubiera sido fruto de la ignorancia y no de la táctica.
Quedaría por discutir si Zapatero ha sido o no mejor gobernante que González, pero no me cabe duda de que ha sido muchísimo mejor que el funesto y antipático Aznar, acerca del cual hasta El País decía que su gobierno era el mejor de España durante no se qué décadas o etapas. ¡Vivir para ver! Les pagarían. Sin insistir más recuérdense sólo sus fabulosos ministros: ¡Cascos!, ¡Rato!, ¡Rajoy!, ¡Aguirre!, ¡Zaplana!, ¡Arenas (Bocanegra)! ¿Seguimos?
Pues bien, Zapatero, como era buen gobernante, además de persona corriente y simpática, fue abatido sistemáticamente por la prensa de derecha y extrema derecha desde el principio y mediante mentiras de repugnancia infinita. Pero a ello se sumó también El País en los últimos años, y Zapatero fue así sistemáticamente combatido desde editoriales y noticias, y desde los colaboradores. Destacan entre ellos los colaboradores políticos, como es, sobre todo, el inefable Josep Ramoneda (dos veces divino, periodista y catalán), que en todas y cada una de sus columnas ha hecho del Presidente una diana a derribar, con saña y mentira, y con la soberbia de quien se adora a sí mismo y está poseído de la verdad. El tal Ramoneda, a mi entender impresentable, ha acompañado esto con un juicio siempre divinamente positivo sobre todo lo que ocurre en Cataluña, paraíso en la tierra, como es sabido. Últimamente, rozando lo criminal, habla de que a Cataluña solo le queda el recurso de la independencia. No caerá esa breva, con lo que lograríamos que CIU les robe solo a ellos.
Pero este siniestro personaje, presuntamente progresiste, ha sido acompañado siempre por el tal Enrique Gil Calvo, ¡sociólogo! (¡válgame dios!) y actualmente crecido, pues ha ascendido en la universidad (¿cuál de ellas le sufre?) de profesor titular a catedrático. (Lo que pueden la antigüedad y la prensa). Este tipo, añadía a toda clase de críticas continuadas la duda sobre las elecciones de 2004; esto es, la tesis pepera de que Zapatero había ganado gracias al atentado del 11-M. Un personaje poco presentable, que se arropa a sí mismo con el convencimiento de que la sociología todo lo ve con extrema claridad. (Yo pienso, por el contrario, que a los sociólogos debería prohibírseles el escribir en prensa, incluso a Ignacio Sotelo, por supuesto. En realidad, otro intoxicador, muy nocivo, pues lo hace desde su condición de socialista y desde su prestigio académico en ¡Alemania!.)
Estos dos han sido los comentaristas principales, pero también está Santos Juliá, cuya competencia con los trabajos de historia no se ha trasladado a los de comentarista político. (¿O es que en la historia tampoco está bien?). A él hay que añadir a muchos de los columnistas pseudoliterarios. Es decir, a Almudena Grandes, Rosa Montero, Maruja Torres, Juan José Millás y Javier Marías, al menos.
Todos ellos son, naturalmente, divinos, infinitamente progresistas, sin mácula personal alguna, y a todos ellos el espíritu santo (de quien sin ninguna duda proceden) ha concedido el don de la posesión de la verdad. Se han dedicado a denigrar a Zapatero, algunos de ellos de forma sistemática. El poder es el poder, piensan.
Pues bien, llegadas las elecciones regionales y locales, el país (España, no el periódico) se ha entregado a la derecha, y este es el panorama que me encuentro cuando vuelvo de Inglaterra, a donde volvería a largarme, si pudiera. Las derechas y las extremas derechas (incluyendo a los señoritos refinadillos que se creen de centro, pero que en realidad forman parte de la derechona) han votado a la pepería (y a ¡Cascos!), llevando a las urnas hasta a las monjas de clausura con cáncer terminal. Las izquierdas y progres, en cambio y en general, se han abstenido en buena medida, como proclamaban los famosos “indignados”, que como ya preveía yo, han hecho el juego a la derecha, suicidándose al ir en contra de su propios intereses (que no pueden ser otros que los de defender la socialdemocracia) o proclamándose, en realidad, como pasto y territorio del neofascismo o del siniestro populismo. Ahora, a arrear durante cuatro años con la pepería en el poder, ¡tócate las narices! Los indignados dicen que todos son iguales, proclamando así su derechismo vocacional.
Los peperos, ahora en el poder debido al voto de los ciudadanos en mayoría (a quienes, desde luego, no respeto, y a quienes proclamo como mis enemigos, con las consecuencias que haga falta; esto es como contrarios absolutos a lo que son mis preciados intereses) dicen en la prensa (véase el Alcalde de Getafe, El País, 5 de agosto de 2011) que van a ser el sinónimo del “buen gobierno, la austeridad y la honradez “. Pues mucho habrán de cambiar entonces, desde luego, porque los gobiernos regionales o municipales, de, por ejemplo, Gallardón y Aguirre en Madrid, Camps en Valencia o de Lorenzo en Oviedo, todos ellos grandes próceres peperos, que siguen adelante (más allá de la caída de algún ¡procer! por quítame allá ese proceso) no son otra cosa que adalides del mal gobierno, del despilfarro o el gasto errático y equivocado, y que no veo yo que hayan tenido debilidad ninguna precisamente con la honradez. Como sabemos bien muchos, e ignoran al parecer (o perdonan como cosa comprensible de sus amiguitos) tantos votantes, siniestros personajes donde los haya.
Y el 20 de noviembre, ¿qué? ¿Vamos a confirmar la entrega del gobierno central, o sea, del país entero, a la derecha y a la ultraderecha, como si hubieran ganado otra vez la guerra civil y para que nos machaquen a todos los que no estamos con sus siniestros puntos de vista? Pues ahora, con el mundo como está, sólo nos faltaba que gobernara(n) Rajoy (y sus tontos), que por no tener, no tiene(n) en la cabeza otra cosa que serrín, y que además está cobrando una pasta gansa (más de 200.000 euros al año) por el arrendamiento de su oficina como registrador de la propiedad en Santa Pola. ¡Gran recomendación para un político en tiempos de crisis, esta curiosa compatibilidad! ¡Oh, que bello, que el Presidente del gobierno sea registrador de la propiedad y arriende su negocio! O sea, que el que aspira a Presidente del gobierno pertenece a un cuerpo anacrónico y ventajista que debiera haber sido suprimido hace mucho tiempo.
¿Están ustedes dispuestos –es sólo un cruel ejemplo- a que la economía nacional la lleve Montoro, y que sean los peperos los que exijan cosas a Europa y al mundo, suponiendo –que es mucho suponer- que supieran lo que tienen que pedir y que hacer?
Pues yo, no, no estoy dispuesto. Si, utilizando (supuestamente) los legítimos recursos democráticos, y debido a la abstención y a las tonterías de progres e indignados, algunos millones de simples dan el poder a la derecha, yo lo advierto: pasaré inexorablemente a la lucha armada. Compraré una pistola de agua, la llenaré de tinta roja, y cada vez que se me acerque un pepero le pondré perdida la camisa.
Esto será sólo un símbolo de lo que podría hacer, en realidad, pero también del tiempo y el trabajo que me tomaré para idear y establecer una durísima venganza sobre la siniestra plaga de la derecha y de la ultraderecha.
Pues Ojo de Pato ni se rinde ni se rendirá nunca. ¡A la Pepería, ni un voto!
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