lunes, 9 de mayo de 2011
Oxford
He ido tres veces a Oxford. La primera con el prof. Adrian Forty y sus alumnos del Master, guiada por él. Nos enseñó el Asmoleam Museum, un edificio de Philiph Webb, brillante y extraño, que tiene en la fachada un orden jónico que se convierte en dórico con el mismo entablamento, en una astuta y heterodoxa jugada. Le comenté a Forty el curioso recurso, pero creo que no se enteró, no sé si -en parte- por mi inglés poco expresivo.
Luego fuimos a ver el College más antiguo de la ciudad, St John, casi enfrente. Por los patios pasamos a unas ampliaciones de arquitectura moderna, y a otros edificios, también modernos, con arquitecturas de compromiso poco afortunadas. No nos gustaban a los arquitectos, sobre todo una última "post", tan empeñada como poco atractiva. "Obnoxious!", dije yo (detestable). Algunos expresaron su acuerdo.
El University Museum es un museo de historia natural, neogótico, con un interior inspirado por Ruskin. Es como un gran claustro, y en lo que corresponde al patio, una estructura metálica , "gótica", soporta la cubierta de cristal. Este "gótico" está hecho utilizando sólo las nervaduras; esto es, de acuerdo con la mítica interpretación de Viollet-le-Duc (compartida por Ruskin) de que sólo las nervaduras trabajan. Claro, esto es verdad si lo haces metálico, como es el caso, pero si lo construyes en piedra (o en cualquier otro material, y en formas continuas) todas las partes trabajan, pues las estructuras siguen la ley del mínimo esfuerzo. Resulta interesante precisamente como representación de este ingenuo mito y, así, de los disparates de Ruskin, un personaje respetadísimo por casi todo el mundo menos por mí.
Luego vimos el Keble College, una obra de Butterfield, el arquitecto de la iglesia londinense de All Saints, en St Margaret St, quizá la iglesia neogótica mejor de la capital. Posterior a la obra de Londres, ésta de Oxford es ambiciosa y brillante, y de grandes proporciones. La capilla por fuera parece una catedral, si bien en el interior se achica bastante.
Luego fuimos a ver el St Catherine College, que es el que hizo Jacobsen. Yo lo había visto ya treinta años antes, y luego alguna otra vez más, pero me siguió interesando. Resulta bastante atractivo el observar como es una suerte de comentario a la arquitectura de Mies van der Rohe, hecha por Jacobsen en hormigón armado, y a mitad de camino entre la admiración al maestro y una intensa ironía.
Por último vimos la Biblioteca de Derecho (Law Library), de Leslie Martin y Colin St John Wilson. Es un edificio interesante y logrado, de organicismo moderado, más o menos aaltiano, y que en ese aspecto tiene algo que ver con la actitud de cierta arquitectura española (madrileña) de generaciones más jóvenes.
Luego tomamos el té (los ingleses con pastas, mantequilla y mermelada, lo que se debía sobre todo a que al mediodía habían elegido mal la comida) y después nos fuimos a casa en autobús, que se coge en la calle, en pleno centro, y te deja en la Bus Victoria Station, o antes, si quieres.
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Volví a Oxford con Manuel López, un joven arquitecto valenciano que está haciendo el master, y con la intención de visitar el Blenheim Palace, de Vanbrugh y Hawksmoor, que está cerca de Oxford. Esta vez fuimos en tren y cogimos un autobús para ir a Blanheim. Cobraban por entrar 19 libras. Yo saqué el carnet de mayor de 60 años, el de profesor y el de prensa, y debí impresionar al portero pues me dejó la entrada a mitad de precio, aplicando (indebidamente) la destinada a grupos.
El Blenheim Palace fue una mansión que se le regaló al primer conde de Marlborough, luego duque, que era un militar que ganó en Austria una batalla importante de la guerra de sucesión española, aquella que teóricamente ganó Felipe V, pero a costa de perder Gibraltar. Por ganar esa batalla se le regaló el palacio, cuyo encargo consiguió Vanbrugh, que era una persona de clase alta muy bien relacionada, y que fue lo suficientemente prudente como para llamar a su amigo Hawksmoor, también ayudante de Wren, arquitecto habilísimo y de origen humilde.
Un duque de Marlborough fue Churchill, que nació precisamente en Blenheim. Seguro que el niño Wiston creía que todos los niños nacían en un palacio. El proyecto de Blenheim, bastante parecido al inmediatamente anterior Castle Howard, era muy grande y ambicioso y su construcción acabó convirtiéndose en un escándalo. El plan total no llegó a acabarse, pues sólo se hizo uno de los dos grandes edificios auxiliares de los laterales.
El Blenheim Palace es un edificio sin método, podría decirse; es decir, hecho sin poseer ningún instrumento de proyecto que le sirviera de guía de una forma clara. El núcleo del palacio es una suerte de villa palladiana, que se amplía, siguiendo más o menos las ideas del maestro véneto, pero de forma más compleja, y confiando por completo en la superposición de partes y en la absoluta simetría. Algo hay en él de los edificios en torno a patios, aunque muy poco, y a la postre está llevado a cabo con la habilidad para yuxtaponer adecuadamente las diferentes partes de que consta.
La arquitectura concreta es a veces palladiana, pero la que caracteriza más al palacio es una manera extraña y original, brillante y algo disparatada, propia del genio de Hawksmoor y, en menor medida, de Vanbrugh. El edificio, figurativamente hablando, superpone un pallasianismo purista que llega en ocasiones a anticipar la arquitectura radical de un Ledoux, con un barroco exaltado que se diría seguidor, y superador, de Borromini. El resultado es extraño y brillante, altamente original. Recomiendo no perdérselo, si uno anda alguna vez por allí creca.
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Volví otra vez, todavía, en Semana Santa, cuando vinieron a estar conmigo mi mujer, Chinina, y mis hijos, Jaime y Alberto. Esta vez dedicamos el día a la ciudad, pero a la arquitectura moderna, aunque sin despreciar algunas de las antiguas, y decimonónicas, que nos salían al paso. Empezamos por el Queen´s College, de Stirling y Gowan, tan famoso cuando yo era joven profesor, como fueron en general, en España y en casi todo el mundo, las obras más vanguardistas de estos grandes arquitectos británicos. El edificio está mal cuidado. Casi parecía abandonado, aunque no es así. Parece un producto de la incomprensión de los ingleses por este tipo de arquitectura, aunque es de notar que también a mí me costó bastante trabajo que mi familia lo viera como algo apreciable. También hay que recordar que cuando fuimos con Forty ni se refirió siquiera al edificio, probablemente porque, como tantos, considera a Stirling un excéntrico (aunque Forty estaba en la Tate British el día que Anthony Vidler dió una conferencia sobre la obra de Stirling, y tuvo que pagar 15libras para entrar).
Luego fuimos a ver lo de Jacobsen, que tuvo gran éxito para mi familia, aunque no pudimos entrar a nada, si bien el colegio se deja entender bien a través de sus espacios exteriores. También vimos la biblioteca de Martin y de St John Wilson, que también les gustó.
Al lado del Keble College descubrimos un largo cerramiento moderno y de diseño complejo, un tanto a la manera de Kahn. Buscamos ver lo que era y para ello tuvimos que entrar en el Keble, y, al fin, vimos que se trataba de un gran edificio de ampliación, cerrado por completo al exterior por el muro que habíamos visto, con un largo trazado que dibuja casi una espiral después de una dilatada línea, y terminado en el interior por una fachada de vidrio, inclinado progresivamente, a la manera del Queen´s College. Ya dentro, yo lo recordé como un ejemplo famoso de la arquitectura británica de final de los 60 o principio de los 70. Preguntando supimos que el arquitecto era Rick Mather. Nos gustó descubrirlo y verlo, y yo recordé que Forty, que nos enseño el Keble, no dijo nada de esta ampliación ni nos la mostró siquiera. Sin duda otra excentricidad para él.
Comimos en un Pub antiguo que encontramos, muy agradablemente y en un patio. Habíamos ido en tren, pero volvimos en autobús, más barato y más cómodo de coger en pleno centro de la ciudad.
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